La mentoría es el arte de conectar, conversar y cerrar. Para ser buenos conversadores podemos aprender a distinguir las preguntas abiertas de las preguntas cerradas. Las preguntas abiertas están libres de juicios y no dirigen, empiezan con qué, cómo, cuándo, por qué, quién…
Son breves: cuantas menos palabras uses mejor. Se centran en el futuro más que en el pasado. Por ejemplo:
Son breves: cuantas menos palabras uses mejor. Se centran en el futuro más que en el pasado. Por ejemplo:
¿Qué puedes hacer hoy que te pueda servir para lograr tus objetivos? Las preguntas poderosas tienen la finalidad de ayudar a nuestro interlocutor: generan otros puntos de vista, fomentan la reflexión, el aprendizaje y llevan a la acción.
Conviene distinguir entre preguntas abiertas y preguntas cerradas. Las preguntas cerradas son aquellas que se pueden responder con un SÍ o un NO. Por ejemplo, ¿estás contento? Esas preguntas cerradas no dan el protagonismo al que responde sino al que pregunta. Por eso, es preferible evitar este tipo de preguntas salvo que queramos cerrar algún acuerdo. Por ejemplo, ¿estás dispuesto a comprometerte con este plan de acción que te has establecido? ¿Te comprometes conmigo a realizar el plan de acción que has elegido?
